martes, 3 de enero de 2012

EL REINO DE LILITH por Paco Dom

EL REINO DE LILITH. Por Paco Dom

Hace mucho tiempo, mucho antes que existiera la memoria, estaba Dios en su enorme vacío y por razones que no puedo recordar, pues la memoria no se había inventado aún, Dios creó el universo, y al terminar le agregó, como un toque de buen gusto, una espectadora que se quiso autodenominar con el apelativo de Lilith.

Y entonces Dios habló para que Lilith le oyera y pronunció estas palabras: – Lilith, la obra más curiosa que he creado, te presento tu nuevo reino, “El Todo”. Todo te lo doy; aquello que puedes percibir con los sentidos que te he otorgado, todo lo que puedas razonar que existe con el entendimiento que te proporcioné y todo lo que puedas desear con tu corazón, todo eso te pertenece. Todo es tu potestad, para que lo puedas admirar e ignorar, alabar y maldecir, crear y destruir, usar y abandonar, liberar y esclavizar, mostrar y ocultar, disfrutar y sufrir; pero lo que no podrás jamás hacer, pues está más allá de tus capacidades, será dejar de poseerlo todo, porque todo es tuyo y nada es para mí, ésta es mi única ley.

Y Lilith le preguntó a su creador: – Si todo es mío, ¿tú con qué te quedas?

– Ya te lo he dicho y decidiste ignorarlo, todo es tuyo, la nada, de donde yo provengo, es mi reino. Nada me pertenece y nada es inaccesible a ti, sus secretos permanecerán ocultos a tu entendimiento y jamás sentirás sus delicadas caricias en tu corazón.

– Pero me has dotado de ambición, mis deseos no conocen saciedad. Así pues, algún día, cansada de hurgar el último rincón del universo volveré a ti insatisfecha, llena de hastío y entonces conoceré los secretos de tu reino y entonces ya nada querré y como nada obtendré con mis frustraciones, ¿tú con qué te quedarás?

Entonces Dios reflexionó un instante y concluyó: – Por esa razón tu vida será finita, tus percepciones limitadas y tu entendimiento reducido porque no puedo aplacar tu ambición. Así en vida no conocerás mi reino, pues he condicionado para ti un hogar con más animales de los que puedas cazar; más agua de la que habrás de beber o usar para lavarte; más maravillas de las que puedas codiciar y almacenar; más estrellas y lunas de las que puedas contar; más objetos de los que puedas imaginar y más fuerzas de las que puedas aprender a dominar. Así, siempre estarás ocupada y satisfecha y jamás conocerás la frustración que te haga codiciar mi posesión, nada será mío y todo tuyo siempre será. Pero cuando mueras, entonces comulgaremos juntos y nada te pertenecerá, nada harás, nada pensarás, nada sentirás, pues mi reino es inmenso y te llenará por completo y entonces, tal como yo, nada serás.

Y entonces Lilith agradeció a su creador y se dedicó a vivir la vida limitada que había acordado con Dios. Por mil años y otros tantos más, Lilith cazó toda clase de animales bípedos, cuadrúpedos, de los que vuelan y los que se arrastran sobre su vientre; también cosechó los frutos de los árboles, de los arbustos y de las hierbas que crecen en la tierra.

Tiempo después creó una hogar y se volvió sedentaria, inventó la escritura y la oración para relajar su mente y su alma; todo lo que su ambicioso corazón deseaba, lo buscaba entre los tesoros de su reino y siempre los hallaba, ya fuera a través de la exploración o a través de la innovación y así vivió siempre satisfecha y los reinos de Dios seguían ocultos como se había presupuestado, pues como le prometió, Dios había provisto a Lilith de un hogar más vasto que su ambición y sus deseos.

Mas sucedió que mil años después, Dios vaticinó que Lilith estaba pronta a codiciar su reino e inmediatamente habló para que Lilith oyera y le preguntó: – ¿Qué te acongoja, reina indiscutible de todo? ¿Acaso no te he dado yo todo, incluso limitaciones para que nada te falte?

– Me avergüenza contradecirte Dios, mas no lo siento así. Es verdad que todo me pertenece, soy indiscutible soberana de los cielos y los mares; la tierra es mi hogar y todo lo que vive es mi alimento, mi amigo o mi entretenimiento. Pero en lo más profundo de mi razón he encontrado que soy más de lo que tengo; tú me has dado algo que no puedo poseer; soy el límite entre los dioses y lo que no sabe que existe; todo lo que quiero lo tengo, ya sea buscándolo o creándolo, pero por más que lo he intentado, no puedo crear algo como yo y tampoco lo he encontrado vagando en mis terrenos, así que no poseo a nadie como yo. Mas eso debería ser imposible, ya que todo me lo has dado, ¿por qué no puedo poseerme?
Entonces no queda otra alternativa que admitir que nada soy.

Presto, Dios la interrumpió antes de que pudiera concluir catastróficas revelaciones que afectarían inevitablemente los planes del reino de Dios – ¿Quieres otro como tú? Yo te lo daré, pero no pienses más en esas cosas, que cuando te digo que yo soy tu creador, es porque también te pertenezco, así pues, cuando tu corazón ansíe una creación, aquí estoy yo para complacerte, que soy algo y por lo tanto, también soy de tu reino. Ve que hablo en serio cuando digo que todo es tuyo y nada me pertenece. – Y entonces Dios creó a otro ser, como Lilith, pero diferente y como éste era un hombre, le pertenecía a la reina de todo, así que Lilith decidió nombrarlo Adán.

No pasó una noche desde la creación de Adán, que los dos únicos humanos se enfadaron como nunca antes en sus vidas y los gritos llegaron hasta Dios, que lleno de curiosidad les preguntó: – ¿Qué sucede, amos y señores de todo, ustedes a los que nada les falta?

Y entonces habló Lilith – Sucede que Adán esta mañana ha comido de mis frutas, lo cual no me disgustó. – Aclaró rápidamente anticipándose a una interrupción. – Y también, sin disgustarme ni un poquito, se ha bañado en mis fuentes, dormido en mi cama y hecho uso de cuanto es por derecho mío. ¡Pero vaya petulante que ha salido este señor, Dios mío!
Ha dicho que todo le pertenece también; que son sus frutas, sus fuentes y su cama, lo cual es debatible. Pero ha cometido la osadía de afirmar que yo soy su mujer y que también le pertenezco.

Mas antes de que Adán o Lilith pudieran replicar, habló Dios con una intención conciliadora entre los dos – ¿No me pediste apenas ayer que te creara a alguien como tú? ¿Y no eras acaso tú señora de todo, a la que nada le faltaba? Así pues, he creado a otro señor, dueño de todo al que también nada le falta.

A lo que Adán contestó con aires de satisfacción – Así es, Dios me da la razón, así como me lo ha dado todo, así pues Lilith, como yo poseo todo, nada te pertenece. – Y al terminar de decir estas palabras, Lilith comprendió una gran verdad y en ese instante murió.

Lleno de horror, Adán se dirigió al frío cadáver de Lilith implorándole – ¿Qué te ha sucedido? ¡Contéstame! ¿Por qué ya no me reclamas? ¡Dime algo! – Pero Lilith nada dijo y nada pudo hacer ya. Lilith por fin había comulgado con su Dios y comprendió que su nuevo reino era más vasto que el anterior; que nada hacía y con nada se quedaba; que nada tenía y nada también daba, que nada era y nada más estaba.

Y Dios nada le dijo a Lilith, inaudible por Adán a quien nada le faltaba: – Ya conoces mis infinitos secretos, ya comprendes que todo es limitado y que nada es infinito; sabes bien que todo frustra los deseos y deja al alma con sed de más, pero nada puede saciar todos los apetitos y nada calma la frustración; que todo es una ilusión y que nada es real.– Y Lilith le contestó también en el anonimato del vacío que ambos ahora compartían – También ahora comprendo porque todo me lo diste y nada me prohibiste, creía ser yo la ambiciosa, pero siempre te aseguraste la mayor tajada del pastel.

Entonces Lilith y Dios nada gobernaron por muchos años más. Hasta que un día Adán, preso por las mismas inquietudes que su predecesora pidió una compañera, pero esta vez, cauto hacia la muerte y sabio por la experiencia previa gritó a su Dios. – ¡Creador mío! Tú que eres mi Dios, te ordeno que hagas para mí un ser semejante a Lilith, como era antes de morir; y que no sea como yo, para que no se apodere de mi reino, así que me pertenecerá y yo le daré lo que me plazca. – Y entonces Dios le concedió su deseo y Adán le llamó a su nueva compañera: Eva.

Y así Dios todo le dio a Adán y nada le faltó. Adicionalmente, como una medida de precaución, Dios insertó en lo más profundo del corazón de la reciente humanidad, un miedo terrible a la muerte, un terror a ser nada, para que así no buscaran conocer los secretos de su reino antes de tiempo.

Eones han pasado desde aquel entonces, más tiempo del que se puede recordar. Así es como sé que sucedió y cómo Lilith fue la primera en entrar al reino de Dios. El reino que no es todo, sino simplemente nada.



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